lunes, 27 de abril de 2009

Influenza o gripe porcina... Influenza H1N1

¿Qué es la influenza porcina?
La influenza porcina (gripe porcina) es una enfermedad respiratoria de los cerdos causada por el virus de la influenza tipo A, el cual provoca brotes comunes de influenza entre estos animales. Los virus de la influenza porcina enferman gravemente a los cerdos pero las tasas de mortalidad son bajas. Estos virus pueden propagarse entre los cerdos durante todo el año, pero la mayoría de los brotes infecciosos ocurren en los meses finales del otoño e invierno, al igual que los brotes en las personas. El virus de la influenza porcina clásico (virus de la influenza H1N1 tipo A) fue aislado por primera vez de un cerdo en 1930.

¿Cuántos virus de la influenza porcina hay?
Al igual que todos los virus de la influenza, los virus de la influenza porcina cambian de manera constante. Los cerdos pueden estar infectados por los virus de la influenza aviar y humana, así como también por los virus de la influenza porcina. Cuando los virus de la influenza de otras especies infectan a los cerdos, los virus pueden reagruparse (es decir cambiar sus genes) y pueden surgir nuevos virus de la mezcla de los virus de la gripe porcina con los de la gripe humana o aviar. A través de los años, han surgido diferentes variaciones de los virus de la influenza porcina. En la actualidad, hay cuatro subtipos principales del virus de la influenza tipo A aislados de cerdos: H1N1, H1N2, H3N2 y H3N1. Sin embargo, la mayoría de los virus de la influenza aislados recientemente de cerdos han sido los virus H1N1.

Influenza porcina en seres humanos

¿Los seres humanos pueden contagiarse de influenza porcina?
Los virus de la influenza porcina por lo general no infectan a los seres humanos. Sin embargo, han ocurrido casos esporádicos de infecciones de influenza porcina en seres humanos. Por lo general, estos casos se presentan en personas que tienen exposición directa a los cerdos (es decir, niños que se acercan a los cerdos en ferias o trabajadores de la industria porcina). Además, ha habido algunos casos documentados de personas que han contagiado el virus de la influenza porcina a otras. Por ejemplo, en 1988, un presunto brote infeccioso de influenza porcina en cerdos en Wisconsin causó múltiples infecciones en seres humanos y, aunque no ocurrió un brote en la comunidad, se identificaron anticuerpos que comprobaron la transmisión del virus de un paciente a personal de atención médica que habían tenido contacto cercano con él.

¿Con qué frecuencia se registran infecciones de influenza porcina en seres humanos?
En el pasado, los CDC recibían notificaciones de aproximadamente un caso de infección por el virus de la influenza porcina en seres humanos cada uno o dos años en los Estados Unidos; sin embargo, de diciembre del 2005 a febrero del 2009 se han reportado 12 casos de infecciones por influenza porcina en personas.

¿Cuáles son los síntomas de la influenza porcina en los seres humanos?
Los síntomas de la influenza porcina en las personas son similares a los de la influenza estacional común en seres humanos y entre estos se incluyen fiebre, letargo, falta de apetito y tos. Algunas personas con influenza porcina han reportado también secreciones nasales, dolor de garganta, náuseas, vómitos y diarrea.

¿Las personas pueden contraer influenza porcina por comer carne de cerdo?
No. Los virus de la influenza porcina no se transmiten por los alimentos. Usted no puede contraer influenza porcina por comer carne de cerdo o sus productos derivados. No hay riesgos si se come carne de cerdo y sus derivados que han sido manipulados y cocinados de manera adecuada. Si se cocina la carne de cerdo a una temperatura interna de aproximadamente 71° C (160° F), se eliminan los virus de la influenza porcina, como también otras bacterias y virus.

¿Cómo se propaga la influenza porcina?
Los virus de la influenza se pueden transmitir directamente de los cerdos a las personas y de las personas a los cerdos. Las infecciones en seres humanos por los virus de la influenza provenientes de los cerdos tienen más probabilidad de ocurrir en las personas que están en contacto cercano con cerdos infectados, como las que trabajan en criaderos de cerdos y las que participan en las casetas de cerdos en las ferias de exhibiciones de animales de cría. La transmisión de la influenza porcina de persona a persona también puede ocurrir. Se cree que esta transmisión es igual a la de la influenza estacional en las personas, es decir principalmente de persona a persona cuando las personas infectadas por el virus de la influenza tosen o estornudan. Las personas pueden infectarse al tocar algo que tenga el virus de la influenza y luego llevarse las manos a la boca o la nariz.
¿Qué información tenemos sobre la transmisión de la influenza porcina de persona a persona?
En septiembre de 1988, una mujer embarazada sana de 32 años de edad fue hospitalizada por pulmonía y falleció 8 días después. El virus de la influenza porcina H1N1 fue detectado. Cuatro días antes de enfermarse, la paciente había visitado una exhibición de cerdos en una feria del condado donde se registraba una enfermedad seudogripal generalizada entre los cerdos.
En estudios de seguimiento, el 76% de los expositores de cerdos a los cuales se les realizaron pruebas presentaron anticuerpos que comprobaron infección por influenza porcina, aunque en este grupo no se detectaron enfermedades graves. Estudios adicionales indicaron que de uno a tres empleados del personal de atención médica que habían tenido contacto con la paciente presentaron enfermedad seudogripal leve y anticuerpos contra la infección de la influenza porcina.

¿Cómo se diagnostican las infecciones por influenza porcina en seres humanos?
Para diagnosticar una infección por influenza porcina tipo A, por lo general se debe recoger una muestra de secreción del aparato respiratorio entre los primeros 4 a 5 días de aparecida la enfermedad (cuando una persona infectada tiene más probabilidad de diseminar el virus). Sin embargo, algunas personas, especialmente los niños, pueden propagar el virus durante 10 días o más. Para la identificación del virus de la influenza porcina tipo A es necesario enviar la muestra a los CDC para que se realicen pruebas de laboratorios.

¿Qué medicamentos existen para tratar a las personas con infecciones por influenza porcina?
Existen cuatro medicamentos antivirales diferentes que están autorizados en los Estados Unidos para el tratamiento de la influenza: amantadina, rimantadina, oseltamivir y zanamivir. Aunque la mayoría de los virus de la influenza porcina han sido sensibles a los cuatro tipos de medicamentos, los siete virus más recientes de la influenza porcina asilados de personas son resistentes a la amantadina y la rimantadina. En la actualidad, los CDC recomiendan el uso de oseltamivir o zanamivir para la prevención y el tratamiento de la infección por los virus de la influenza porcina. Puede encontrar más información sobre las recomendaciones para el tratamiento en el sitio www.cdc.gov/flu/swine/recommendations.htm.

¿Qué otros casos de brotes de influenza porcina hay?
Probablemente el caso más conocido sea el brote de influenza porcina entre los soldados de Fort Dix, Nueva Jersey, en 1976 . Este virus causó pulmonía, demostrada mediante radiografías, a por lo menos 4 soldados y 1 muerte; todos estos pacientes anteriormente gozaban de buena salud. El virus se transmitió a contactos cercanos en un ambiente de entrenamiento básico, y no ocurrió transmisión afuera del grupo de entrenamiento básico. Se cree que el virus permaneció en ese lugar un mes y desapareció. Se desconocen la fuente del virus, la fecha exacta de su ingreso a Fort Dix, los factores que limitaron su transmisión y su duración. El brote de Fort Dix pudo haber sido causado por el ingreso de un virus de un animal a una población humana bajo estrés en contacto cercano con instalaciones saturadas de gente y durante el invierno. El virus de la influenza porcina tipo A recogido de un soldado de Fort Dix fue bautizado A/New Jersey/76 (Hsw1N1).

¿El virus de la influenza porcina H1N1 es igual a los virus H1N1 de la influenza en seres humanos?
No. Los virus de la influenza porcina H1N1 son antigénicamente muy diferentes de los virus H1N1 de los seres humanos, por consiguiente las vacunas de la influenza estacional para las personas no proporcionan protección contra los virus de la influenza porcina H1N1.

Influenza porcina en cerdos

¿Cómo se propaga la influenza porcina entre los cerdos?
Se cree que los virus de la influenza porcina se transmiten principalmente mediante el contacto cercano entre cerdos y posiblemente mediante objetos contaminados que se mueven entre los cerdos infectados y sanos. Las manadas de cerdos con continuas infecciones de influenza porcina y las manadas que son vacunadas contra esta enfermedad pueden enfermarse de manera esporádica, pueden ser asintomáticas o solo presentar síntomas leves de la infección.

¿Cuáles son los signos de la influenza porcina en los cerdos?
Los signos de la influenza porcina puede ser la aparición súbita de fiebre, depresión, tos (gruñido), secreciones de la nariz y los ojos, estornudos, dificultad para respirar, enrojecimiento o inflamación de ojos y pérdida del interés en la comida.

¿Qué tan frecuente es la influenza porcina entre los cerdos?
Los virus de la influenza porcina H1N1 y H3N2 son endémicos entre las poblaciones de cerdos en los Estados Unidos y es una situación que la industria aborda de manera habitual. Los brotes entre los cerdos se presentan por lo general en los meses de temperaturas frías (finales del otoño y el invierno) y a veces con el ingreso de nuevos cerdos a manadas vulnerables. Los estudios han demostrado que la influenza porcina H1N1 es común entre las poblaciones de cerdos de todo el mundo y que un 25 por ciento de los animales presentan evidencia de anticuerpos de la infección. Los estudios en los Estados Unidos han demostrado que el 30 por ciento de la población de los cerdos sometidos a pruebas han presentado evidencia de anticuerpos por la infección H1N1. Para ser más precisos, se ha comprobado la presencia de los anticuerpos de la infección H1N1 en el 51 por ciento de los cerdos en el norte de la región central de los Estados Unidos. Las infecciones en las personas por los virus H1N1 de la influenza porcina son poco comunes. En la actualidad, no hay forma de diferenciar en los cerdos los anticuerpos producidos en reacción a la vacunación de los anticuerpos generados ante las infecciones por influenza porcina H1N1.

Aunque los virus de la influenza porcina H1N1 se han encontrado en las poblaciones de cerdos desde por lo menos 1930, los virus de la influenza porcina H3N2 no comenzaron a presentarse entre los cerdos en los Estados Unidos hasta 1998. Los virus H3N2 inicialmente ingresaron a las poblaciones de cerdos por los humanos. Los virus actuales de la influenza porcina H3N2 están estrechamente asociados a los virus H3N2 de los seres humanos.

¿Hay alguna vacuna para la influenza porcina?
Existen vacunas que se administran a los cerdos para la prevención de la influenza porcina. Sin embargo, no hay una vacuna para proteger a las personas contra la influenza porcina. Es posible que la vacuna contra la influenza estacional proporcione protección parcial contra los virus H3N2, pero no contra los virus H1N1 de la influenza porcina.

Fuente: CDC / Centers for Disease Control and Prevention
Actualizado: 9 de mayo de 2009
Fotografia: A/New Jersey/76 (Hsw1N1)

+ Leer más...

domingo, 26 de abril de 2009

La ventaja adventista. Por Larry Beeson

Sea una simple radio o una compleja y enorme pantalla para un televisor estereofónico, una batidora o el último automóvil, todo lo que tú compras viene con un manual del dueño. El fabricante espera que tú leas el manual antes de que empieces a usar tu nueva adquisición. Tú acudirás al manual tan frecuentemente como sea necesario a fin de comprender el mecanismo y el funcionamiento del producto y para asegurarte de que sirva mejor y dure más tiempo.

Si eso es así con una batidora o un automóvil, ¿cuánto más deberíamos cuidar de nuestro cuerpo, quizá el sistema más complejo que jamás hayamos conocido?

La Biblia nos informa que "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7). El Creador también nos ha dado su manual para el debido cuidado y tratamiento de nuestro cuerpo. Este manual es la Biblia y se nos anima a leerla para una mejor comprensión del cuidado del cuerpo. Pablo dice: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo...? Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo" (1 Corintios 6:19-20). En adición a otros significados que este pasaje pueda encerrar, uno relevante para nuestro estudio es la cuestión de qué habremos de comer y de beber.

La epidemiología de los adventistas

Durante las últimas décadas, diversas organizaciones relacionadas con la salud dentro y fuera de los Estados Unidos (por ejemplo, los Institutos Nacionales de Salud, la Sociedad Americana de Cáncer, la Asociación Americana del Corazón, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud, etc.) han provisto evidencias epidemiológicas en cuanto a qué características del estilo de vida promueven la salud y frenan el proceso de la enfermedad. Parte de esa evidencia proviene de investigaciones de salud sobre los adventistas del séptimo día. Dichas investigaciones se han concentrado en los adventistas por dos razones. Primero, ellos tienden a ser más homogéneos en muchas de sus elecciones relacionadas con el estilo de vida, tales como el evitar el alcohol y el tabaco. Segundo, los adventistas son más heterogéneos en sus hábitos nutricionales: varían desde vegetarianos estrictos (dieta sin productos animales) hasta lacto-ovovegetarianos (dieta que incluye productos lácteos y huevos, pero no carne) y omnívoros (consumidores de todo, incluso carne). Se han publicado más de 250 artículos alrededor del mundo sobre las ventajas de salud de los adventistas. La mayor parte de lo que se describe a continuación se refiere a investigaciones conducidas por investigadores de la Universidad de Loma Linda sobre los adventistas en California. Pero se han informado hallazgos similares respecto a los adventistas en Noruega, Holanda, Polonia, Dinamarca, Japón, Australia y otros países.

El Estudio de Mortalidad Adventista (EMA)

El primer estudio epidemiológico importante de adventistas comenzó en 1958. Se lo conoce como el Estudio de Mortalidad Adventista (EMA) e implicó a 22.940 adventistas blancos no hispanos en California.1 Los hallazgos de este estudio sobre adventistas fue comparado con un estudio similar de no adventistas conducido por la Sociedad Americana de Cáncer durante el mismo período. Ambos estudios utilizaron a personas voluntarias en California que eran relativamente bien educadas en comparación con el californiano promedio. Ambos estudios obtuvieron copias de certificados de defunción de participantes en el estudio que habían muerto durante los años consecutivamente subsiguientes. Las similitudes entre los grupos eran importantes porque se había encontrado que los individuos que se prestan como voluntarios para tales estudios tienden a ser más sanos que la población en general, y aquellos que se encuentran en las clases económicas superiores por lo general tienden a tener índices inferiores de enfermedad. De esta manera, el Estudio de Mortalidad Adventista y el estudio de la Sociedad Americana de Cáncer proveyeron una comparación razonablemente imparcial entre adventistas y no adventistas.

La comparación reveló lo siguiente: Si la mortalidad por cáncer en el Estudio de la Sociedad Americana de Cáncer era de 100, la mortalidad para los adventistas era de 60 para los hombres y de 76 para las mujeres. Esto significa que después de hacer los ajustes por diferencias en distribuciones de edad en los dos estudios, los hombres adventistas tenían un índice de muerte por cáncer significativamente más bajo para un grupo de edad dada en comparación de lo que podría esperarse para un grupo comparable. Esto significa que los hombres adventistas todavía morían de cáncer, pero a una edad mucho más avanzada que los hombres no adventistas. Lo mismo puede decirse de las mujeres adventistas. Puesto que no hay una razón a priori para creer que los adventistas de California son genéticamente diferentes de los no adventistas, la hipótesis es que una o más de las características del estilo de vida o de las influencias ambientales pueden ser responsables del retraso en la muerte por cáncer.

Puesto que se ha demostrado que el hábito de fumar es un factor principal para causar el cáncer, los investigadores del EMA compararon los índices de mortalidad de los no fumadores de ambas poblaciones. Como podría esperarse, los índices de mortalidad de estos no adventistas se aproximaban más a los de los adventistas. Sin embargo, en términos generales persistía una ventaja para los adventistas, la que ahora no podía atribuirse a las diferencias en el uso de tabaco en el pasado. De esta manera, otras características de los adventistas, aparte de su condición de no fumadores, tales como la dieta y quizás el apoyo social, son también claramente importantes en la reducción del riesgo de enfermedad.

Los adventistas también parecían tener un retraso en muertes por problemas cardiovasculares. Si el índice de muerte por enfermedades cardíacas coronarias en el estudio de la Sociedad Americana de Cáncer es considerado como el 100 por ciento, los hombres adventistas tenían sólo 66 por ciento de lo que se esperaba. Las mujeres adventistas mostraban solamente una pequeña reducción, con 98 por ciento. Los hombres adventistas también morían de apoplejía (embolia cerebral) pero su índice de muerte era de sólo 72 por ciento en comparación de sus contrapartes no adventistas. Para las mujeres adventistas, su índice de muerte por embolia era 82 por ciento de lo que ocurría entre las no adventistas.

De este modo, de acuerdo con estos estudios, se evidencia con claridad que el estilo de vida adventista provee cierta protección contra el cáncer y otras enfermedades fatales. Pero las diferencias en los índices de mortalidad entre los adventistas y los otros pueden deberse por lo menos a dos escenarios: (1) Los adventistas pueden contraer una enfermedad particular en la misma proporción que los otros, pero alcanzan a sobrevivir más tiempo con la enfermedad a causa de un mejor acceso a atención médica o a un sistema inmune mejorado o a un mejor estilo de vida; y/o (2) los adventistas en realidad contraen la enfermedad en un porcentaje de incidencia más bajo que los no adventistas. Podría ser que estas dos posibilidades contribuyeran a los índices de mortalidad inferiores observados entre los adventistas. Pero los estudios de mortalidad como el EMA no pudieron resolver este asunto. El Estudio de Mortalidad Adventista suscitó una serie de preguntas interesantes. ¿Qué hay en su estilo de vida que capacita a los adventistas para vivir más? ¿Las diferencias en el estilo de vida adventista producirían en sí mismas diferentes riesgos para contraer enfermedades específicas, tanto fatales como no fatales?

El Estudio de Salud Adventista (ESA)

El ESA es otro estudio importante de adventistas de California, fundado por el Instituto Nacional de Cáncer y el Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre. Comenzó en 1974 y fue conducido por investigadores de la Universidad de Loma Linda. El estudio incorporó la incidencia (esto es, nuevos casos) de cáncer y enfermedades del corazón en la investigación siempre extensible sobre las características del estilo de vida adventista que capacitaba a los adventistas para tener una "ventaja de salud". Similarmente al estudio de EMA, se obtuvieron certificados de defunción para documentar la causa subyacente de muerte de los miembros que murieron durante el estudio. Se usaron registros de los hospitales para todos los casos no fatales. El índice de respuesta de los sujetos blancos no hispanos al cuestionario sobre estilo de vida enviado por correo fue el más alto de cualquier grupo étnico y totalizó 34.198 respuestas. Este grupo se convirtió en la porción de "estudio de incidencia" del ESA2 en esos nuevos casos (incidencia) de cáncer fatal o no fatal y de infarto del miocardio diagnosticados después que se verificó que se había completado la parte básica del cuestionario sobre el estilo de vida.

El ESA y el EMA tenían algunas diferencias básicas. Una de ellas consistía en que el ESA fue diseñado para descubrir qué componentes del estilo de vida adventista ofrecen protección contra la enfermedad. No ha sido un objetivo principal del ESA comparar los índices de incidencia de enfermedad o de mortalidad entre adventistas y no adventistas, sino que el ESA fue primariamente diseñado para observar variaciones en el estilo de vida entre los mismos adventistas y ver cómo esas variaciones se reflejaron en cambios en el riesgo de enfermedad.

El ESA también añadió una investigación más detallada de la dieta en comparación con el cuestionario de la Sociedad Americana del Cáncer de 1960 usado por el EMA. Más aún, el cuestionario del ESA incluía preguntas sobre la historia médica previa, terapia de drogas, actividad física y una variedad de preguntas psicosociales. Cuando se completó el acopio de la información de seguimiento, fueron auto-informadas 32.000 hospitalizaciones (debidas a diversas causas), representando a más de 18.000 diferentes participantes. De los hospitales involucrados, 698 eran de California y 960 eran de fuera de dicho estado. Estos hospitales fueron contactados en un seguimiento de seis años de todos aquellos que completaron la información básica del cuestionario sobre el estilo de vida.

Un perfil básico de la población del ESA mostró una edad promedio de 51 años para los hombres y 53 para las mujeres. La proporción de sujetos que habían sido diagnosticados por un médico como hipertensos era cercana a lo que podía esperarse de una población adulta. Aunque un modesto número de sujetos admitieron haber fumado en el pasado —generalmente antes de unirse a la Iglesia Adventista—, virtualmente en la actualidad no había fumadores en la población. Una proporción relativamente grande informó que hacía ejercicio con una frecuencia por lo menos moderada. La población del estudio, formada de un 60 por ciento de mujeres, tendía a tener buena educación. Un poco más de la mitad de los participantes del ESA dijeron que comían carne menos de una vez por semana, pero la mayoría de ellos eran lacto-ovovegetarianos.

Influencia del estilo de vida

¿Qué revelaron estos estudios en cuanto a la influencia del estilo de vida sobre la reducción de incidencias de enfermedad y sobre la mortalidad?

Cáncer del pulmón. El factor de riesgo mayor para el cáncer del pulmón es por lejos la exposición crónica al humo del tabaco, tanto por fumar activamente como en forma pasiva ("fumar de segunda mano"). Se ha comprobado que el trabajar o vivir con un fumador aumenta las posibilidades de desarrollar cáncer en el tracto respiratorio. El ESA demostró3 que los individuos podían ulteriormente reducir sus posibilidades de desarrollar cáncer del pulmón no sólo al minimizar su exposición al humo del tabaco, sino también incorporando en su dieta una variedad de frutas, muchas de las cuales contienen componentes (por ejemplo, vitaminas antioxidantes) que se cree que habilitan al cuerpo para rechazar el cáncer. Los adventistas que consumían fruta dos veces por día o más tenían sólo 25 por ciento de probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón en comparación con los individuos que consumían fruta menos de tres veces por semana, hecho que se observó en adventistas que previamente habían dejado de fumar como también en adventistas que nunca habían fumado. 10

Cáncer de la próstata. De acuerdo con un cálculo,4 29 por ciento de todos los nuevos cánceres que fueron diagnosticados entre los varones de los Estados Unidos en 1998 tuvieron que ver con la glándula de la próstata, y la incidencia de esta enfermedad ha estado aumentando durante las últimas décadas. Se han observado fuertes relaciones protectoras5 en los hombres adventistas que consumían cantidades moderadas de legumbres (tales como frijoles o porotos, lentejas, arvejas), fruta cítrica fresca, fruta seca (por ejemplo, pasas de uva y dátiles) y tomates.
Cáncer del seno. A mediados de la década de 1980, el cáncer del pulmón sobrepasó al cáncer del seno como el cáncer más comúnmente diagnosticado en las mujeres de los Estados Unidos.6 Sin embargo, en poblaciones de no fumadores, como es el caso de los adventistas, el cáncer del seno todavía es el cáncer recién diagnosticado que está a la cabeza. Los factores de riesgo conocidos para el cáncer del seno incluyen: creciente exposición a hormonas de estrógeno y/o progesterona, monarquía temprana, menopausia tardía y obesidad en mujeres que están en el período postmenopáusico. Los factores que pueden proteger contra el desarrollo del cáncer del seno incluyen: exposición reducida a las hormonas de estrógeno y/o progesterona, embarazo temprano de primer término, lactancia y actividad física. En el ESA, las mujeres que practicaron ejercicio vigorosamente tuvieron una reducción del 21 por ciento en el riesgo de por vida de cáncer del seno y un retraso de 6,6 años, como promedio, de la edad en la cual se diagnostica este cáncer en comparación de las mujeres que practican ejercicio infrecuentemente.7 La inactividad física tuvo su efecto más importante sobre la edad de diagnosis más bien que sobre el riesgo de por vida. El efecto protector de la actividad física sobre el riesgo de cáncer del seno puede ser particularmente pronunciado en edades tempranas, en tanto que los beneficios del ejercicio no se vieron claramente en mujeres postmenopáusicas.

Cáncer de la vejiga. El hábito de fumar es un gran factor de riesgo para contraer cáncer de la vejiga. Los adventistas que habían fumado antes de unirse a la iglesia tenían un riesgo más de dos veces mayor de sufrir cáncer de la vejiga que aquellos que nunca habían fumado. Las investigaciones mostraron que las personas que tienen un alto índice de consumo de productos animales tienen un riesgo mayor de contraer cáncer de la vejiga. Aproximadamente 50 por ciento de los participantes en el ESA eran lacto-ovovegetarianos. Los adventistas que evitaban la carne vacuna, de aves y de pescado tuvieron menos de la mitad de riesgo de contraer cáncer de la vejiga, en comparación con aquellos que consumían estos alimentos tres veces por semana o más.8

Cáncer del páncreas. El ESA observó que un mayor consumo de legumbres, frutas secas y productos con proteínas vegetarianas (tales como la soja, el gluten y productos basados en nueces) se asociaba con una relación protectora altamente significativa respecto al riesgo de tener cáncer del páncreas.9
Otros cánceres. El ESA ha investigado otros cánceres (cáncer del colon,10 tumores del cerebro y meninges craneales,11 y leucemia y mieloma12) y ha observado que los que siguen el "estilo de vida adventista" con más fidelidad son los que también tienen una posibilidad más reducida de adquirir cualquiera de las enfermedades crónicas investigadas.

Enfermedad del corazón. El ESA no sólo investigó la relación entre una variedad de prácticas del estilo de vida y la incidencia de cánceres y cánceres fatales, sino que también estudió los factores que se relacionan con las enfermedades del corazón. Un hallazgo fascinante del ESA que ha sido repetido por investigadores en otras poblaciones fue que el consumo frecuente de frutas oleaginosas (nueces, almendras, avellanas, etc.) cinco veces por semana o más (aproximadamente un puñado cada vez), se asociaba con una cantidad sustancial de menos eventos definidamente fatales de enfermedades coronarias del corazón y definidos infartos del miocardio no fatales (ataques del corazón), en comparación con aquellos que consumían oleaginosas menos de una vez por semana.13 Pero puesto que las oleaginosas son generalmente muy altas en grasa, el consumirlas en grandes cantidades puede no ser tan beneficioso.

Los adventistas que comían principalmente pan integral experimentaron una reducción del 40 por ciento en el riesgo de tener un ataque al corazón, en comparación con los que comían mayormente pan blanco. También hubo un riesgo más del doble mayor de sufrir un ataque al corazón entre los hombres que consumían carne de res (de vaca) por lo menos tres veces por semana, en comparación con los vegetarianos. Los adventistas que practicaban ejercicio regularmente 15 minutos o más por lo menos tres veces por semana, redujeron significativamente el riesgo de morir de un ataque al corazón.

Pirámide nutricional vegetariana

Basadas en la evidencia epidemiológica internacional de las últimas décadas, que incluye los resultados de estudios sobre los adventistas, diversas organizaciones del mundo entero relacionadas con la salud han abogado por un estilo de vida dietético que busca reducir el riesgo de cáncer, enfermedades del corazón y otras enfermedades crónicas. La pirámide de la guía nutricional (ver figura adjunta) ilustra la contribución relativa de estos diferentes elementos alimenticios. En la base de la pirámide se encuentran los panes integrales y los cereales. Luego están las frutas y los vegetales. Muchas personas no comen suficientemente de estos alimentos que tienen muchos elementos protectores como las vitaminas. El siguiente nivel de la pirámide nos da los alimentos que proveen proteínas y minerales. Necesitamos menos porciones de estos alimentos. Finalmente, en la cúspide de la pirámide están los dulces, las grasas y los aceites, de los cuales necesitamos muy poco.

Si estas recomendaciones son en realidad útiles para reducir las enfermedades crónicas, entonces parece lógico que debiéramos observar una reducción de estas enfermedades en una población que ha estado siguiendo estos principios por más de 100 años. Y esto es exactamente lo que encontramos en los estudios que se han hecho de los adventistas.

Es tu turno

Hace más de cien años Elena White, cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hizo la siguiente observación: "La salud es un tesoro. De todas las posesiones temporales es la más preciosa. La riqueza, el saber y el honor se adquieren a un precio elevado, cuando se obtienen a costa de la pérdida del vigor de la salud. Pero ninguna de estas cosas puede asegurar la felicidad, si la salud llega a faltar".14 La prevención de la enfermedad tiene mucho más sentido que su tratamiento. No permitas que tu Biblia se cubra de polvo. Lee el "manual del dueño" que está en tus manos y descubre lo que el Diseñador Maestro ha planeado para ti.


Fuente: Diálogo Adventista
Autor: Larry Beeson (doctorado en Salud Pública, Loma Linda University) enseña epidemiología y bioestadística en la Escuela de Salud Pública y en la Escuela de Medicina de la Universidad de Loma Linda. Ha formado parte del equipo de investigación del Estudio de Salud Adventista desde su comienzo.

+ Leer más...

lunes, 13 de abril de 2009

La religiosidad de los pacientes condiciona el tratamiento del cáncer

Los enfermos religiosos eligen más las técnicas de prolongación artificial de la vida, a pesar del sufrimiento

Un estudio realizado por científicos del Dana-Farber Cancer Institute de Estados Unidos con 345 enfermos de cáncer en fase terminal, ha revelado que existe una relación entre la religiosidad de los pacientes y una cantidad mayor de cuidados destinados a prolongar artificialmente su vida, a pesar de que dichos cuidados vayan en detrimento de la calidad de ésta. Aunque aún se desconoce el por qué de esta tendencia, los científicos creen que los enfermos creyentes esperan hasta el último momento que se produzca un milagro. O también que su valoración por la vida es mayor que la consideración del daño que les pueden hacer estos tratamientos agresivos. De cualquier manera, estos investigadores señalan la importancia del conocimiento de las características religiosas de los pacientes para ayudarlos en el proceso de su enfermedad, y no sólo en la fase terminal.

Investigadores del Dana-Farber Cancer Institute de Boston, en Estados Unidos, han realizado una investigación con 345 enfermos de cáncer en estado terminal, cuyos resultados apuntan a la existencia de una relación entre la religiosidad y el uso de tratamientos agresivos en los momentos cercanos a la muerte.

Según explica dicho Instituto en un comunicado, las personas que se apoyan en la religión para afrontar su enfermedad tienden más a recibir cuidados médicos intensivos, destinados a prolongar sus vidas en los últimos momentos, a pesar de que estos cuidados a menudo rebajan su propia calidad de vida.

Una investigación anterior había demostrado que cuanto más religioso es un paciente más tiende a preferir tratamientos agresivos para la prolongación de su vida, pero este nuevo estudio ha constatado que esta preferencia se traduce en una aplicación real de dichos tratamientos en el caso de los enfermos terminales de cáncer.

Última semana de vida

Según los científicos, estos resultados sugieren que los médicos son propicios a atender los deseos de los pacientes religiosos a este respecto.

Una de las autoras del estudio, la doctora Holly Prigerson, señaló que ya se había demostrado que “la religión y la espiritualidad son fuentes de consuelo y apoyo para los pacientes que afrontan enfermedades graves en estado avanzado”. Los nuevos resultados obtenidos apuntan, además, a que “los pacientes que se vuelcan en la religión en momentos de crisis son más propicios a recibir cuidados agresivos antes de morir”.

Los enfermos analizados permanecían ingresados en siete hospitales y centros especializados en tratamiento del cáncer de diversas partes de Estados Unidos. Los participantes fueron entrevistados acerca de los recursos que utilizaban para afrontar su enfermedad, y también sobre sus preferencias acerca de cuidados avanzados y tratamientos de prolongación de la vida.

Posteriormente, los investigadores hicieron un seguimiento de los cuidados recibidos por estos pacientes durante la última semana de sus vidas.

El análisis de todos estos datos demostró que los pacientes que afrontaban la enfermedad desde una perspectiva religiosa, fueron tres veces más propicios a recibir cuidados médicos para prolongar la vida, como la respiración asistida o la resucitación cardiopulmonar, en los últimos momentos. Esta tendencia se mantuvo incluso después de considerar otros factores condicionantes, como la edad o la etnia de los enfermos.

Dios como guía

Por otro lado, los pacientes más religiosos fueron menos propicios a definir su voluntad (por ejemplo, firmando una orden de no-resucitación) con respecto a la gestión de sus últimos días de vida, es decir, que no contribuyeron a poner los límites de las intervenciones médicas por adelantado.

El director de la investigación, el doctor Andrea Phelps, de la Harvard Medical School, afirmó que “más allá del significado de la fe religiosa a la hora de afrontar el desafío emocional de un cáncer incurable, es importante reconocer cómo los factores religiosos, ante situaciones extremadamente difíciles, condicionan a los pacientes. En momentos de crisis, en lugar de buscar consejo en sus médicos, estas personas a menudo miran a Dios como guía”.

El estudio no exploró las razones de la preferencia por los tratamientos agresivos para la prolongación de la vida en el caso de los enfermos más religiosos, pero los investigadores pretenden realizar nuevos estudios para buscarlas.

Para ellos, resulta importante conocer toda esta información, porque creen que una mayor comprensión del origen de las decisiones médicas de los enfermos les ayudará a definir los cuidados a aplicar, considerando y comprendiendo la opinión de los pacientes. Todas estas reflexiones aparecen publicadas por extenso en The Journal of the American Medical Association (JAMA).

Historia espiritual

Hace dos años, el Dana-Farber Cancer Institute publicó los resultados de otro estudio que relacionaba la religiosidad y la enfermedad del cáncer.

En aquella ocasión, Prigerson y sus colaboradores analizaron a 230 pacientes de cáncer que ya habían superado su enfermedad, descubriendo que éstos sentían que habían recibido un escaso o directamente nulo apoyo espiritual de las comunidades religiosas y del sistema médico, mientras pasaban por tan duro trance.

Por el contrario, aquellas personas que en la misma situación se habían sentido espiritualmente acompañadas informaron de una mejor calidad de vida que el resto de los encuestados.

Los resultados de esta investigación, que fueron publicados en la revista especializada Journal of Clinical Oncology, apuntarían según los investigadores a la necesidad de hacer una “historia espiritual” (una descripción de la religiosidad del paciente) como parte rutinaria de la atención a los enfermos.

Fue en este primer estudio en el que se descubrió una tendencia a recurrir a métodos agresivos de prolongación de la vida en los pacientes más religiosos. Los autores sugirieron entonces que esta tendencia podría deberse a que “los individuos religiosos creen que su enfermedad está en manos de Dios, y siempre esperan una intervención milagrosa por su parte. Por otro lado, el valor que este tipo de personas da a la vida sobrepasa el daño potencial que pueden ocasionarles los intentos por mantenerla”.


Fuente: Tendencias21.com
Autor: Yaiza Martínez, es una poeta y narradora de España, licenciada en Filología hispánica. Es redactora jefe de la Revista de Ciencia y Humanidades Tendencias21.

+ Leer más...
PETA en Espanol